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En la provincia de indios de Ancasmarca, que es cinco leguas del Cuzco, en la provincia de Antisuyo tienen la fábula siguiente: dicen que cuando quiso venir el diluvio, un mes antes, los carneros que tenían mostraron gran tristeza, y que de día no comían y de noche estaban mirando las estrellas, hasta tanto que el pastor que a cargo los tenía les pregunto qué habían visto a lo cual respondieron que mirase esa junta de estrellas las cuales estaban en aquel ayuntamiento, en acuerdo de que el mundo se había de acabar con aguas. Y así oído esto, el pastor lo trató con sus hijos e hijas, las cuales eran seis y acordó con ellas que recogiesen comida y ganado lo más que pudiesen, y subieron a un cerro muy alto llamado Ancasmarca y dicen como las aguas iban creciendo y cubriendo la tierra, iban creciendo el cerro de tal manera que jamás los sobrepujaron, y que después como se iban recogiendo las aguas, se iba bajando el cerro, y así de estos seis hijos de aquel pastor que allí escaparon, se volvió a poblar la provincia de los Cuyos.
Cristóbal de Molina (Cuzco - 1585)
PREGUNTA
El tema del texto es:
El hombre frente a la naturaleza.
El cerro Ancasmarca.
Un relato sobre el diluvio.
Un relato cuzqueño.
En la provincia de indios de Ancasmarca, que es cinco leguas del Cuzco, en la provincia de Antisuyo tienen la fábula siguiente: dicen que cuando quiso venir el diluvio, un mes antes, los carneros que tenían mostraron gran tristeza, y que de día no comían y de noche estaban mirando las estrellas, hasta tanto que el pastor que a cargo los tenía les pregunto qué habían visto a lo cual respondieron que mirase esa junta de estrellas las cuales estaban en aquel ayuntamiento, en acuerdo de que el mundo se había de acabar con aguas. Y así oído esto, el pastor lo trató con sus hijos e hijas, las cuales eran seis y acordó con ellas que recogiesen comida y ganado lo más que pudiesen, y subieron a un cerro muy alto llamado Ancasmarca y dicen como las aguas iban creciendo y cubriendo la tierra, iban creciendo el cerro de tal manera que jamás los sobrepujaron, y que después como se iban recogiendo las aguas, se iba bajando el cerro, y así de estos seis hijos de aquel pastor que allí escaparon, se volvió a poblar la provincia de los Cuyos.
Cristóbal de Molina (Cuzco - 1585)
PREGUNTA
Según el autor, el texto es:
Una leyenda.
Un relato mítico.
Una historia sobre indios.
Una fábula
Cuando Fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de Los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponía a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo. Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas. Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida. -Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indígenas, lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén. Dos horas después el corazón de Fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.
(El eclipse - Augusto Monterroso)
PREGUNTA
La teoría de Aristóteles respecto a la teoría de los astrónomos mayas.
Alcanzó mayor precisión científica.
Tuvo menor trascendencia teórica.
Logró expandirse por la escritura alfabética.
Propició el origen del pensamiento filosófico.
Cuando Fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de Los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponía a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo. Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas. Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida. -Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indígenas, lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén. Dos horas después el corazón de Fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.
(El eclipse - Augusto Monterroso
PREGUNTA
La palabra subrayada en "Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible" puede reemplazarse por:
Inexpresivo.
Impenetrable
Impredecible.
Indeseable.
Cuando Fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de Los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponía a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo. Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas. Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida. -Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indígenas, lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén. Dos horas después el corazón de Fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.
(El eclipse - Augusto Monterroso)
PREGUNTA
Con respecto a los eclipses en el texto se produce una convergencia cultural entre:
El conocimiento ancestral indígena y el conocimiento aristotélico.
Las prácticas religiosas y los rituales de muerte.
La incredulidad indígena y la arrogancia de la cultura europea.
El talento universal y la ignorancia de los indígenas.
Cuando Fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de Los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponía a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo. Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas. Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida. -Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indígenas, lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén. Dos horas después el corazón de Fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.
(El eclipse - Augusto Monterroso)
PREGUNTA
La 'piedra de los sacrificios' mencionada en el texto corresponde a:
Un elemento de la topografía.
Un elemento sagrado.
Una alucinación de Fray Bartolomé.
Una invención del narrador.
Cuando Fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de Los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponía a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo. Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas. Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida. -Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indígenas, lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén. Dos horas después el corazón de Fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.
(El eclipse - Augusto Monterroso)
PREGUNTA
La narración de Monterroso tiene como título 'El Eclipse' porque:
Su interés es mostrar el momento en que ocurre un ecplise.
Asocia el eclipse, como fenómeno natural, con su sentido cultural.
Quiere resaltar el carácter mítico y religioso de los eclipses.
Su propósito es explicar cómo influye un eclipse en la muerte de alguien.
Para el hombre andino, el universo se refiere tanto a la parte de la naturaleza, con la cual el hombre y el grupo tienen contacto, así corno a su proyección en la esfera de la imaginación simbólica, sin que se advierta la separación entre lo que nosotros llamamos latencia numinosa que se condensa en una serie de entidades supra naturales, cada una con un papel y una ubicación específicos, y en cuyas relaciones el hombre afirma y define su condición existencial. El mundo como un todo pertenece a un orden moral y está gobernado no por leyes físicas sino por principios de carácter moral y sagrado; por eso es que como muy bien lo hace notar Juan Núñez del Prado, las creencias tienen "una función normativa mucho más vigorosa en la cultura andina que en la occidentalizada".
El conocimiento empírico de la realidad no se separa del contenido mítico en dos maneras más o menos generales de enfrentarse al mundo sino que ambas maneras se hallan yuxtapuestas. Es evidente que todas las comunidades poseen los planteamientos básicos de la ciencia y la técnica cuando se advierte que el hombre es capaz de controlar la naturaleza de alguna manera mediante el trabajo tanto físico como mental y en todo grupo existe un conjunto de conocimientos básicos sustentados en la experiencia y en la razón, pero en las comunidades de tecnología simple este conjunto se agota en los límites mismos de sus escasas fuerzas productivas; de allí que sus expectativas se hallen cifradas en la imaginaria potencia de los símbolos más que en las posibilidades de su técnica profana.
El mundo está lleno de divinidades y espíritus protectores del hombre, de los animales y de la agricultura, los hay también maléficos y otros anodinos.
Estos tuvieron probablemente funciones más específicas que se han ido perdiendo con el tiempo. Las divinidades controlan el devenir y los fenómenos de la naturaleza, pero actúan también según el comportamiento de los humanos, de tal manera que el hombre, a través de sus propias acciones, participa de su propio control, motivando la respuesta de los dioses. Las formas de comportamiento están prescritas por la tradición, que condena las malas acciones, explícita los castigos de orden sobrenatural y confirma los ritos con que se propicia la protección o se aplaca la indignación de los dioses.
PREGUNTA
El tema central del texto es:
Principios morales de la comunidad andina.
Tecnología de la comunidad andina.
Peculiar cosmovisión del hombre andino.
Sujeción del hombre andino por sus comunidades.
Para el hombre andino, el universo se refiere tanto a la parte de la naturaleza, con la cual el hombre y el grupo tienen contacto, así corno a su proyección en la esfera de la imaginación simbólica, sin que se advierta la separación entre lo que nosotros llamamos latencia numinosa que se condensa en una serie de entidades supra naturales, cada una con un papel y una ubicación específicos, y en cuyas relaciones el hombre afirma y define su condición existencial. El mundo como un todo pertenece a un orden moral y está gobernado no por leyes físicas sino por principios de carácter moral y sagrado; por eso es que como muy bien lo hace notar Juan Núñez del Prado, las creencias tienen "una función normativa mucho más vigorosa en la cultura andina que en la occidentalizada".
El conocimiento empírico de la realidad no se separa del contenido mítico en dos maneras más o menos generales de enfrentarse al mundo sino que ambas maneras se hallan yuxtapuestas. Es evidente que todas las comunidades poseen los planteamientos básicos de la ciencia y la técnica cuando se advierte que el hombre es capaz de controlar la naturaleza de alguna manera mediante el trabajo tanto físico como mental y en todo grupo existe un conjunto de conocimientos básicos sustentados en la experiencia y en la razón, pero en las comunidades de tecnología simple este conjunto se agota en los límites mismos de sus escasas fuerzas productivas; de allí que sus expectativas se hallen cifradas en la imaginaria potencia de los símbolos más que en las posibilidades de su técnica profana.
El mundo está lleno de divinidades y espíritus protectores del hombre, de los animales y de la agricultura, los hay también maléficos y otros anodinos.
Estos tuvieron probablemente funciones más específicas que se han ido perdiendo con el tiempo. Las divinidades controlan el devenir y los fenómenos de la naturaleza, pero actúan también según el comportamiento de los humanos, de tal manera que el hombre, a través de sus propias acciones, participa de su propio control, motivando la respuesta de los dioses. Las formas de comportamiento están prescritas por la tradición, que condena las malas acciones, explícita los castigos de orden sobrenatural y confirma los ritos con que se propicia la protección o se aplaca la indignación de los dioses.
PREGUNTA
En el texto la palabra LATENCIA toma el sentido de:
Evidencia
. Virulencia
Profundidad
Potencia